Ya, desde el inicio, nos acaricia como un arrullo en "Y Nos Dieron Las Diez", humedeciendo las córneas y la memoria, (real o ficticia), con un ritmo de ranchera suave que nos evoca a las aventuras vividas en un verano cualquiera, esas aventuras furtivas, esos recuerdos escurridizos.
Pero cambia repentinamente el registro Sabina con una audaz "Conductores Suicidas", donde la gente de mala vida tiene un sitio privilegiado. Se dice que está dedicada a Manolo Tena.
Tan simpática como perecedera y casi caduca, "Yo Quiero Ser Una Chica Almodóvar" pasa sin pena ni gloria. Siguen una hermosa "A La Orilla De La Chimenea", intimista y compuesta para acurrucarse con alguien en un sofá, y "Todos Menos Tú", que va de más a menos, empezando por un listado de pintorescos personajes, para acabar con un deje medio "funk", pasando a ser una canción menos excepcional de lo esperado en un principio, pero en cualquier caso bastante bien resuelta.
Con un parecido muestrario de estampas, Sabina nos construye un crisol de vivencias y rutinas extraordinarias que se han fundido en otro de sus clásicos: "La Del Pirata Cojo" nos invita a vivir otras vidas sin movernos de nuestro asiento; para seguir con "La Canción De Las Noches Perdidas" que es un trago de cinismo con regusto a Martini. Siguen dos canciones poco destacadas pero nada desdeñables: "Los Cuentos Que Yo Cuento", que recrea la historia de Adán y Eva con bastante guasa y un ritmo movido, y "Peor Para El Sol", que con bastante más pausa habla sin pelos en la lengua del muchas veces tratado tema de las infidelidades y la vida nocturna.
Con un pincel sombrío y una desolada paleta de colores "Amor Se Llama El Juego" nos cuenta el terrible sentimiento de melancolía y de falta de ilusión en una pareja: "Amor se llama el juego en el que dos juegan a hacerse daño", escribe el jienense sentando cátedra y sabiendo que nadie va a rebatirle.
Cierra el disco con un alegato al vivir despreocupado, "Pastillas Para No Soñar" nos cuenta entre rasgueos de guitarras cómo podemos existir mucho tiempo sin haber vivido. Con este tema cierra uno de los discos más rotundos y bien planificados de Sabina, que durante mucho tiempo estuvo entre los más celebrados, admirados y aplaudidos de su carrera.
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