Por aquel entonces, Nirvana era la banda de rock más popular del planeta, todo un icono de la generación MTV que se había ganado a un público joven con su música intensa y enérgica, su grunge ruidoso y su pesimista visión de la vida.
Tras los méritos de este directo, (y no tras la triste y misteriosa muerte de Cobain), la crítica ya afirmó unánime y rotundamente el valor de Nirvana como una banda que cambió la historia de música. Los de Seattle adaptan sus canciones a un nuevo formato, innovador, alejado de la versión extrema al que nos tenían acostumbrados. Destacan el aspecto íntimo y menos ruidoso, la batería o el acompañamiento de cuerdas en varias canciones más bajo, más suave.
Todo ello hace resaltar el talento de Kurt Cobain para escribir canciones con mayúsculas. Aquí se presenta soberbio, aunque continuamente parezca que vaya a romperse en dos; es el arquetipo de artista maldito, a punto del colapso que anticipa tristemente su muerte cinco meses después. El propio Cobain, se encargó que la decoración del plató fuera un símil de un velatorio, lleno de velas, flores y luces tenues.
El listado de canciones fue muy bien elegido. Comienza rescatando uno de sus primeros temas "About A Girl", (lanzado como single del álbum), y no faltan "Come As You Are", "All Apologies" o "Polly". Entre las versiones, aparecen "The Man Who Sold The World" de Bowie, y "Where Did You Sleep Last Night?", una canción tradicional folk estadounidense que Cobain interpreta de un modo sorprendentemente desgarrador.
Si bien es cierto que los ensayos fueron complicados y algo tensos, la actuación salió a pedir de boca, el álbum fue un éxito y ganó un premio Grammy al "Mejor Álbum de Música Alternativa" en 1996.
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