"Glad Rag Doll" es un álbum tonificante y audaz, explora nuevos sonidos, nuevas instrumentaciones y nuevos músicos. Está protagonizado por una cantante y pianista, plagado de travesuras, humor y una sensación renovada de delicadeza e intimidad.
El disco se revela en ese punto de fuga en el tiempo en el que toda la música, (swing, jazz, rock), acaba chocando con canciones de nostalgia, consuelo y dolor. Todas vuelven a renovarse en un vodevil fraguado en la propia imaginación de Krall.
Supone al mismo tiempo un importante cambio de rumbo y una progresión natural para esta música que es un dechado de talento. Diana llama simplemente al álbum "un disco de canción y baile.
Todos entramos como si las canciones se hubieran escrito ayer. No quería hacer un producto de un momento concreto o un disco nostálgico", declara emocionada Krall.
De hecho, estamos ante canciones que Krall ha estado sopesando interpretar durante toda su vida. Tanto el hogar de su infancia como su casa actual están atestadas de discos y libros de canciones llenos de joyas preciosas e impolutas, canciones que no han perdido su brillo a pesar de tanta repetición.
Si hay alguna de estas canciones que pudieran identificarse como "música de los años veinte o de los años treinta", entonces se trata de canciones de los años veinte o treinta en cuanto que imaginadas para el siglo XXI.
Lo mismo podría decirse en relación con una versión del clásico de Pomus, "Lonely Avenue", que sonó por primera vez en los años cincuenta.
La lectura contemplativa y contemporánea de la vieja grabación de Gene Austin de "Let It Rain" encuentra un empático eco en la versión que propone Diana Krall de la más reciente balada de anhelo espiritual de Buddy y Julie Miller, "Wide River To Cross".
Desde el susurro hasta el aullido, el elegante y empático acompañamiento guitarrístico a solo de Marc Ribot en el tema que da título al disco, contrasta hermosamente con una gran variedad de sonidos y colores sorprendentes.
Como sucede siempre con un disco de Diana Krall, el toque característico que imprime a su música y su sentido único del tiempo resultan cruciales. Ha establecido una nueva y apasionante relación rítmica con el percusionista Jay Bellerose y el bajista Dennis Crouch, lo cual ha dado rienda suelta a la ejecución pianística más jubilosa que se le ha oído en disco hasta el día de hoy.
Entre los nuevos elementos que se introducen en el proceso espontáneo de los arreglos se encuentran los comentarios misteriosos y, en ocasiones, cómicos procedentes de los teclados de Keefus Green.
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